20.10.05

Diálogo IV: Frisos descoloridos

Me encuentro a Areánides mirando la iluminación del Partenón, y nos saludamos como si estuviéramos enfadados. ¿Como si lo estuviéramos? Tenemos un cabreo estupendo, aunque no contra el otro...

AREÁNIDES.- Hartazgo. Hastío.
IGS.- ¿Los andamios? Te recuerdo que yo los veo todos los días. Vivo enfrente... Cuando los quiten, igual hasta los echo de menos.
AREÁNIDES.- No. El clima de esta ciudad, tan crispado. En el Areópago siempre tenemos bronca. Y dicen que el ágora es una reunión de verduleras.

IGS.- ¿Algún motivo concreto?

AREÁNIDES.- Tonterías. Pamplinas. Pequeños picores personales dan lugar a batallas tales que dejan las Termópilas como una batalla de pistolas de agua.

IGS.- Está picajoso el personal...

AREÁNIDES.- El menor fracaso ajeno provoca la hilaridad de sus adversarios, que hacen sangre en las heridas y echan sal en ellas... Hay un término germano para expresar el placer que provoca la desgracia ajena: schadenfreude (pronúnciese shadenfroide).

IGS.- No íbamos a ser los griegos los únicos en inventar palabras importantes...

AREÁNIDES.- Y Pericles y compañía son los peores, cualquier día desencadenan una guerra de tizas...

IGS.- No desesperes, Areánides, al final será como los frisos de Fidias: han perdido el color que tuvieron cuando se esculpieron y pintaron, pero sigue dando placer mirarlos...
AREÁNIDES.- Aún así, siempre queda la posibilidad de que los frisos se erosionen y desaparezcan...
IGS.- No, mientras quede la honorable profesión de restaurador de arte... A nadie le interesa que esos frisos desaparezcan...

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9.10.05

Diálogo III: Zeus Olímpico

Areánides y yo nos hemos ido a pasar el fin de semana a Olimpia: cogimos un carro de origen francés, y nos plantamos en la ciudad tras surcar los mil meandros de los caminos del Peloponeso -una vez allí, supimos que por Patras hubiéramos llegado mejor, al menos ya sabremos por dónde volver-.

Paseamos entre los olivos (como en una película de Abbas Kiarostami) hasta que llegamos a lo que me quería demostrar: el taller de Fidias.

AREÁNIDES.- Tú que tienes vistas al Partenón desde ni se sabe, aquí trabajaba el que esculpió esos frisos y esas metopas que ahora andan esparcidas por Atenas e Inglaterra.

IGS.- Vaya, resulta extraño pensar en un laboratorio de arte.

AREÁNIDES.- No sé hasta qué punto se experimentaba, aunque sin Fidias, quizás la escultura del Renacimiento no habría tenido la misma fuerza. Es una pena, lo que luego le ocurrió a este lugar...

IGS.- Explícate, mi buen Areánides.


Restos del taller de Fidias
AREÁNIDES.- Con los furores de la nueva religión, todos los restos de panteísmo fueron destruidos, y esta cuna de obras de arte fue convertida en iglesia paleocristiana. Mira esa valla.

IGS.- Parece que separe el altar del resto de la nave...

AREÁNIDES.- Y quizás separó una etapa de tolerancia religiosa como fue la clásica por otra de oscurantismo...

IGS.- Supongo que es el furor que conduce a los que acaban de descubrir una Verdad Absoluta.

AREÁNIDES.- Sí, la verdad absoluta de unos cuantos que temen que no sea lo suficientemente fuerte como para resistir el envite del desacuerdo. Una verdad tan absoluta que se pueda desmontar con un argumento... o con una estatua.

IGS.- Lo cierto es que tantos griegos como romanos podían tener muy a gala una feroz tolerancia religiosa...

AREÁNIDES.- Todo valía en su panteón. Tanto es así, que incluía el dios desconocido; Pablo de Tarso introdujo este nuevo dios en su panteón, y con nocturnidad decapitó al resto y se quedó con el panteón para él solo... Sus acólitos destruyeron las estatuas del antiguo culto, auspiciados por el emperador Teodosio...

IGS.- La acrópolis y su museo están llenos de estatuas desnarigadas...

AREÁNIDES.- Sin embargo, ninguna destrucción fue tan cruel como la del Zeus crisoelefantino de aquí, de Olimpia.

IGS.- ¿Zeus crisoelefantino?

AREÁNIDES.- Una estatua de siete metros hecha de oro y marfil, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Llevada a Constantinopla tras la prohibición de paganismo, ardió en un incendio.

Así hubiera sido el templo de Zeus Olímpico con la estatua de Fidias

IGS.- Tantos elefantes muertos para nada...

AREÁNIDES.- Sin embargo, yo creo que el espíritu panteísta de los pueblos del Mediterráneo no está perdido... No todo cayó con las estatuas...

IGS.- ¿Qué permanece?

AREÁNIDES.- No se reverencia a dioses pero sí a los santos, diversos y especializados como un buen dios grecorromano...

IGS.- Y el mismo joie de vivre de nuestros clásicos...

AREÁNIDES.- Lo dicho, no todo está perdido. ¿Vamos yendo hacia Patras?

Dicho lo cual, salimos del recinto olímpico y nos dirigimos al carro con el sano objeto de volver a Atenas, nuestro hogar.

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5.10.05

Diálogo II: Una decepción

Bajando de la Acrópolis hacia el teatro de Herodes Atticus (que nada tiene que ver con el personaje de Matar un ruiseñor), me encuentro a Areánides, que viene con el semblante mohíno:

IGS.- Voy al teatro, hoy Irene Papas hacía de Clitemnestra en Electra.

AREÁNIDES.- (desganado): ¿Otra vez de Clitemnestra? Esa buena mujer se va a encasillar.

(Nada escapa a mi pétrea percepción de cariátide, y se lo hago notar):

IGS.- ¿Qué te pasa, mi buen Areánides, que estás irreconocible?

AREÁNIDES.- He tenido un desencuentro con uno de esos sofistas que se reúnen en el ágora...

IGS.- Querido Areánides, menuda novedad.

AREÁNIDES.- Bueno, no contaba yo con esa decepción, con ese desencuentro.

IGS.- ¿Cómo no?

AREÁNIDES.- Habíamos hablado largo y tendido de cuestiones cruciales, el gallo de Esculapio, la condena de Sócrates... esas elucubraciones que tanto nos gustan en el areópago...

IGS.- ¿Y qué pasó?

AREÁNIDES.- Uno, que se tenía por gran filántropo, amante de las ciencias y el drama, no coincidía conmigo en algunos puntos, pero manteníamos cordiales conversaciones, a veces en torno a un vaso de retsina, y otras en el entreacto de Medea...

IGS.- Obra muy adecuada para dialogar de futilidades.

AREÁNIDES.- No te cachondees, Ioanna, que no es el día...

IGS.- Sigue, anda...

AREÁNIDES.- La verdad, parecía seguir los parámetros de la lógica formal -a lo que yo estoy acostumbrado, por otro lado-, y, a la que me doy la vuelta, oigo cómo ridiculiza mis asertos con su grupúsculo de pupilos sofistas...

IGS.- Muy honorable y discreto, sí señor.

AREÁNIDES.- Me decepciona profundamente.

IGS.- ¿Por qué? Yo siempre lo consideré un tanto anormal; te lo dije hace tiempo y te lo digo ahora.

AREÁNIDES.- No es ésa la cuestión...

IGS.- ¿Y cuál es?

AREÁNIDES.- La cuestión no son las ideas que uno u otro defienda, sino las reglas a las que nos acogemos...

IGS.- Las reglas de la lógica formal, supongo.

AREÁNIDES.- No sólo... Está la civilidad...

IGS.- Una verdad opinable... Y no es ésa mi opinión...

AREÁNIDES.- Yo creo que, para cierta convivencia, la civilidad no es opinable...

IGS.- Algunos encuentran que hay cosas más importantes que el bien común...

AREÁNIDES.- ¿Por ejemplo?

IGS.- El bien personal. ¿Quieres tendido de sol o de sombra?

AREÁNIDES.- No sabía que íbamos a un espectáculo cretense...

IGS.- Bueno, de sol, que ya empieza a hacer fresco...

(Compré dos entradas soleaditas, por ver las andanzas de Clitemnestra contra Orestes y Electra, y con ello conseguí que Areánides cambiase de tercio).

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2.10.05

Diálogo I: La batalla de Maratón

Llega Areánides desde el Aerópago para invitarme a comer en Plaka, aquí, a los pies de la Acrópolis y charlar un poco.

Un rato más tarde estamos en la taberna Dionisos -el nombre más manido para una taberna, si me lo permitís- desgranando algunos aspectos de la historia de Grecia y, por qué no decirlo, de la humanidad.

AREÁNIDES.- Supongo que ya lo sabes, la batalla de Maratón cambió el curso de la Historia.

IGS.- No veo la relación...

AREÁNIDES.- ¿Cómo no? ¿Acaso no sabes la suerte que corrieron las colonias de Jonia, tras ser tomadas por los persas?

(Areánides siempre habla de Jonia para referirse a la costa de Anatolia, que hoy se identifica con ese país llamado Turquía).

IGS.- ...

AREÁNIDES.- Eran ciudades muy prósperas y prolíficas en ciencia -no me digas que no has oído hablar de la biblioteca de Éfeso-. Todo eso desapareció... como lágrimas en la lluvia, si me permites la cita.

IGS.- ¿Y tú crees que nosotros... Grecia... habría corrido la misma suerte?

AREÁNIDES.- Tal era el talante de Ciro.

IGS.- Sin embargo, yo creo que sólo habría sido un receso en la historia de la Humanidad, o de la democracia, o de ambas.

AREÁNIDES.- ...

IGS.- Sí, la gente hubiera acabado por rebelarse y tomar las riendas.
AREÁNIDES.- Yo soy de la idea de que en la Historia hay fuerzas que no son eternamente reprimibles, y, sin embargo, ¿tú crees que la democracia sería hoy lo mismo sin el siglo de Pericles, sin Alejandro?

IGS.- No, seguramente no.

AREÁNIDES.- Ergo, la historia de Grecia y la de Occidente, tal como la conocemos, sería distinta.


IGS.- La historia de Occidente y la de las Olimpiadas: sin victoria no habría habido carrera...

Reímos, y en ese momento llega Dionisos con las dolmadakias de Areánides y mi saganaki; Areánides y yo somos demasiado educados como para hablar con la boca llena...

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